lunes, 11 de enero de 2016

Sonetos, Garcilaso de la Vega

Soneto I


Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por do me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si ella quisiere, y aun sabrá quererlo;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacerlo?


Soneto V

Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribistes, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.


En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.


Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero;


cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.


Soneto X

¡Oh dulces prendas por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.


¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíais de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?


Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por término me distes,
llevadme junto al mal que me dejastes.


Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.


Soneto XV

Si quejas y lamentos pueden tanto, 
que enfrenaron el curso de los ríos, 
y en los diversos montes y sombríos 
los árboles movieron con su canto; 

si convertieron a escuchar su llanto 
los fieros tigres, y peñascos fríos; 
si, en fin, con menos casos que los míos 
bajaron a los reinos del espanto, 

¿por qué no ablandará mi trabajosa 
vida, en miseria y lágrimas pasada, 
un corazón conmigo endurecido? 

Con más piedad debría ser escuchada 
la voz del que se llora por perdido 
que la del que perdió y llora otra cosa.

  
Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;


y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco enhiesto
el viento mueve, esparce y desordena;


coged de vuestra alegre Primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.



Marchitará la rosa el viento helado;
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.