Fragmento de la Egloga I
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de cantar, sus quejas imitando;
SALICIO
5
¡Oh más dura que mármol a mis quejasy al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea! Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay sin ti el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me avergüenzo ahora. ¿De un alma te desdeñas ser señora donde siempre moraste, no pudiendo de ella salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. |
8
Por ti el silencio de la selva
umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte me agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba. ¡Ay, cuánto me engañaba! ¡Ay, cuán diferente era y cuán de otra manera lo que en tu falso pecho se escondía! Bien claro con su voz me lo decía la siniestra corneja, repitiendo la desventura mía. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo |
7
Y tú, de esta mi
vida ya olvidada,sin mostrar un pequeño sentimiento de que por ti Salicio triste muera, dejas llevar, desconocida, al viento el amor y la fe que ser guardada eternamente solo a mí debiera. ¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera, pues ves desde tu altura esta falsa perjura causar la muerte de un estrecho amigo, no recibe del cielo algún castigo? Si en pago del amor yo estoy muriendo, ¿qué hará el enemigo? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.7 |
10
Tu dulce habla ¿quién la
escuchará?
Tus claros ojos, ¿a quién los volviste? ¿Por quién tan sin respeto me cambiaste? Tu quebrantada fe, ¿dónde la pusiste? ¿Cuál es el cuello que como en cadena de tus hermosos brazos anudaste? No hay corazón que baste, aunque fuese de piedra, viendo mi amada hiedra de mí arrancada, en otro muro asida, y mi planta en otro olmo entretejida, que no se esté con llanto deshaciendo hasta acabar la vida. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. |
11
Con mi llorar las piedras
enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan;
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando me adivinan;
las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a los que tú hiciste
salir, sin duelo, lágrimas corriendo
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan;
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando me adivinan;
las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a los que tú hiciste
salir, sin duelo, lágrimas corriendo
NEMOROSO
18
árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría. |
20
¿Dónde están ahora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí, como colgada, mi alma, dondequiera que ellos se volvían? ¿Dónde está la blanca mano delicada, llena de vencimientos y despojos, que de mí mis sentidos le ofrecían? Los cabellos que veían con gran desprecio al oro como a menor tesoro ¿adónde están, adónde el blanco pecho? ¿Dónde la columna que el dorado techo con proporción graciosa sostenía? Esto todo ahora ya se encierra, por desventura mía, en la oscura, desierta y dura tierra. |
19
Y
en este mismo valle, donde ahora
me entristezco y me canso en el reposo, estuve ya contento y descansado, ¡Oh bien caduco, vano y presuroso! Me acuerdo, durmiendo aquí en otro tiempo, que, despertando, a Elisa vi a mi lado. ¡Oh miserable hado! ¡Oh tela delicada, antes de tiempo dada a los agudos filos de la muerte! Más conveniente fuera esta suerte a los cansados años de mi vida, que es más que el hierro fuerte, pues no la ha quebrantado tu partida. |
22
Divina Elisa, pues ahora el cielo
con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo y verme libre pueda, y en la tercera rueda, contigo de la mano, busquemos otro llano, busquemos otros montes y otros ríos, otros valles floridos y sombríos donde descanse y siempre pueda verte ante los ojos míos, sin miedo y sobresalto de perderte? |
Nunca pusieran fin al triste
lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que solo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol orladas de oro,
no vieran que era ya pasado el día...
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que solo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol orladas de oro,
no vieran que era ya pasado el día...
Comienzo de la Egloga III
Aquella voluntad honesta y
pura,
ilustre y hermosísima María,
que en mí de celebrar tu hermosura,
tu ingenio y tu valor solía,
a despecho y pesar de la
ventura
que por otro camino me
desvía,
está y estará en mí tanto
clavada
cuanto del cuerpo el alma
acompañada.
E incluso me imagino que no
me toca
este oficio solamente en
vida;
mas con la lengua muerta y
fría en la boca,
pienso mover la voz a ti
debida.
Libre mi alma de su estrecha
roca,
por el estigio lago
conducida,
celebrándote irá, y aquel
sonido
hará parar las aguas del
olvido.