sábado, 9 de enero de 2016

Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre (selección)




I












II












III












V

Recuerde el alma dormida
avive el seso e despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida;
cómo se viene la muerte
tan callando;
Cuán presto se va el placer;
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo a nuestro parecer ,
cualquier tiempo pasado
fue mejor

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
mas que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
Allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Este mundo es el camino
para el otro que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos
andamos mientras vivimos
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos

VII












VIII












XIII





Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
Que en este mundo traidor
Aun primero que miramos
las perdemos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal
como podemos hacer
el alma tan gloriosa,
angelical
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta!

XIV












XV












XVI














Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes, llorosas,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganado

Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos,
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias
no curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello:
vengamos a lo de ayer
que también es olvidado
como aquellos.

¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los Infantes de Aragón
¿Qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán.
Qué de tanta invención
Que trajeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras?



XVII












XXIII


















¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados y vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?:
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?,
¿qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varonesa,
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿do los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
 y deshaces.





XXV












XXVI












XXIX












XXXIII

Aquel de buenos abrigo
amado por virtuoso
de la gente
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues  los vieron,
ni los quiero hacer caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.

Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!

No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
Mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
cuántos moros y caballos
se perdieron;
y en este ofició ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron

Después de puesta la v ida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
Después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta

XXXIV












XXXV












XXXVI












XL

diciendo: - “Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
Vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
Y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
 que os llama.

No se os haga tan amarga
la batalla temeros
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama gloriosa
acá dejáis,
aunque esta vida de honor
tampoco no es  eternal
ni verdadera;
mas, con todo es mejor
que la otra temporal
perecedera.

El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable.
y pues vos, claro varón,
con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera

ganaréis.-”




Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados
dio el alma a quien se la dio
el cual la dio en el cielo
en su gloria
que aunque la vida perdió
nos dejó harto consuelo
su memoria.