Llama de amor vivo
Llama de amor vivo
JarchasVaise mio corachon de mib ya Rab, si se me tornara tan mal me doled lid-l-habid: emfermo yed, cuando sanarad Castellano actual Se va mi corazón de mí ¡Ay Señor! ¿acaso se me tornará? Cuánto me duele por el amado: Enfermo está, ¿cuándo sanará? |
Ondas do mar de Vigo Se vistes meu amigo? E ai deus, se verrá cedo! ¿acaso visteis a mi amigo? ¡ay Dios, si vendrá pronto! Ondas del mar encrespado, ¿acaso visteis a mi amado? ¡ay Dios, si vendrá pronto! ¿acaso visteis a mi amigo por quien suspiro? ¡ay, Dios si vendrá pronto! ¿acaso visteis a mi amado por quien tengo tanta preocupación, ¡ay, Dios si vendrá pronto! |
- XXXIII –
La dulce boca que a gustar convida.
un humor entre perlas destilado
y a no envidiar licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes no toquéis si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas,, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;
manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.
- XLIX – A una rosa
Ayer naciste,
y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó
tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te
corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que
te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte
XXXI
Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada aurora,
Febo en tus ojos y, en tu frente, el día,
y mientras con gentil
descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;
antes que de la edad Febo
eclipsado
y el claro día vuelto en noche oscura,
huya la Aurora del mortal nublado;
antes que lo que hoy es rubio
tesoro
venza a la blanca nieve su blancura,
goza, goza el color, la luz, el oro.
Suspiros tristes,
lágrimas cansadas,
Que lanza el corazón, los ojos llueven,
Los troncos bañan y las ramas mueven
De estas plantas, a Alcides consagradas;
Mas del viento las fuerzas conjuradas
Los suspiros desatan y remueven,
Y los troncos las lágrimas se beben,
Mal ellos y peor ellas derramadas.
Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
Que dan mis ojos, invisible mano
De sombra o de aire me le deja enjuto,
Porque aquel ángel fieramente humano
No crea mi dolor, y así es mi fruto
Llorar sin premio y suspirar en vano.
1 Los
rayos le cuenta al Sol La
mano obscurece al peine Los
pájaros la saludan, Por
solo un cabello el Sol |
2 La más bella niña Dejadme
llorar Pues
me distes, madre, Dejadme
llorar En
llorar conviertan Déjame
llorar No me
pongáis freno Dejadme
llorar Dulce
madre mía, Dejadme
llorar Váyanse
las noches, Dejadme
llorar |
Oda a la vida retirada
¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento,
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío
a vuestro almo reposo,
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso rüido
que del oro y del cetro pone olvido.
Ténganse su tesoro
los que de un falso leño se confían:
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado
del plectro sabiamente meneado.
moro de la morería el día que tú naciste grandes señales había! Estaba la mar en ccalma, la luna estaba crecida; Moro que en tal signo nace no debe decir mentira. bien oiréis lo que decía: aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; Siendo yo niño y muchacho mi madre mi lo decía: que mentira no dijese, que era grande villanía; Por tanto pregunta, rey, que la verdad te diría. - Yo te agradezco
Abemánar, esta tu cortesía. ¿Qué castillos son
aquellos? ¡Altos son y relucían! - La Alambra era, señor y la otra la mezquita, los otros los Alixares, labrados a maravilla, el moro que los labraba cien doblas ganaba al día; El otro el Generalife, huerta que par no tenía; El otro torres Bermejas, castillo de gran valía. bien oiréis lo que dice: contigo me casaría; darte he yo en arras y
dotes a Córdoba y a Sevilla. - Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que a mí me tiene, muy grande bien me quiere. |
Romance del Conde Niño Conde Niño, por amores es niño y pasó a la mar; va a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Mientras el caballo bebe
-Levantaos, Albaniña, -No es la sirenita, madre, -Si por tus amores pena, -Si le manda matar, madre Él murió a la media noche, ella a los gallos cantar; a ella como hija de reyes la entierran en el altar, a él como hijo de conde unos pasos más atrás. De ella nació un rosal blanco, de él nació un espino albar; crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar; las ramitas que se alcanzan fuertes abrazos se dan, y las que no se alcanzaban no dejan de suspirar. La reina, llena de envidia, ambos los mandó cortar; el galán que los cortaba no cesaba de llorar; della naciera una garza, dél un fuerte gavilán juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan a la par. |