jueves, 10 de octubre de 2019

El romancero


 Romance de Abanámar y el rey don Juan

 - ¡Abemánar, Abemánar,

moro de la morería

el día que tú naciste

grandes señales había!

Estaba la mar en ccalma,

la luna estaba crecida;

Moro que en tal signo nace

no debe  decir mentira.


 Allí le responde el moro

bien oiréis lo que decía:

 - Yo te la diré, señor,

aunque me cueste la vida,

porque soy hijo de un moro

y una cristiana cautiva;

Siendo yo niño y muchacho

mi madre mi lo decía:

que mentira no dijese,

que era grande villanía;

Por tanto pregunta, rey,

que la verdad te diría.


- Yo te agradezco Abemánar,

esta tu cortesía.


¿Qué castillos son aquellos?

¡Altos son y relucían!


- La Alambra era, señor

y la otra la mezquita,

los otros los Alixares,

labrados a maravilla,

el moro que los labraba

cien doblas ganaba al día;

El otro el Generalife,

huerta que par no tenía;

El otro torres Bermejas,

castillo de gran valía.


 Allí habló el rey don Juan

bien oiréis lo que dice:

 - Si tú quisieses, Granada,

contigo me casaría;

darte he yo en arras y dotes

a Córdoba y a Sevilla.


- Casada soy, rey don  Juan,

casada soy, que no viuda;

el moro que a mí me tiene,

muy grande bien me quiere.

 

 

Romance del Conde Niño

Conde Niño, por amores


es niño y pasó a la mar;


va a dar agua a su caballo


la mañana de San Juan.


Mientras el caballo bebe


él canta dulce cantar;


todas las aves del cielo


se paraban a escuchar;


caminante que camina


olvida su caminar,


navegante que navega


la nave vuelve hacia allá.


La reina estaba labrando,


la hija durmiendo está:


-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.


-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
si no es el Conde Niño
que por mí quiere finar.
¡Quién le pudiese valer
en su tan triste penar!


-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
y porque nunca los goce
yo le mandaré matar.


-Si le manda matar, madre
juntos nos han de enterrar.


Él murió a la media noche,

ella a los gallos cantar;

a ella como hija de reyes

la entierran en el altar,

a él como hijo de conde

unos pasos más atrás.

De ella nació un rosal blanco,

de él nació un espino albar;

crece el uno, crece el otro,

los dos se van a juntar;

las ramitas que se alcanzan

fuertes abrazos se dan,

y las que no se alcanzaban

no dejan de suspirar.

La reina, llena de envidia,

ambos los mandó cortar;

el galán que los cortaba

no cesaba de llorar;

della naciera una garza,

dél un fuerte gavilán

juntos vuelan por el cielo,

juntos vuelan a la par.